lunes, 12 de octubre de 2009

Sobre la psicopatía y otras perturbaciones

Gabriel Astaroth ©
Concuerdo rotundamente con Schneider que trata la normalidad con el solo criterio empírico estadístico. Según la campana de Gauss (que se encuentra hasta donde menos te lo imaginas) existe un grueso de la población considerada normal y un porcentaje que escapa a aquel grosor: los anormales. Anormales no necesariamente negativos, sino que se destacan y sobresalen de la masa. Muchos socialmente aceptados: los entes brillantes o artistas ‘normales’ (no confundir con la normalidad genérica), por ejemplo; aunque otro grupo no-normal-estadísticamente son los llamados asociales y dentro de estos algunos podrían ser llamados psicópatas, o sicópatas sin la odiosa P, para ser sinceros con el lenguaje.

Para delimitar este término aplicamos la máxima schneideriana: 'son aquellos anormales que sufren o hacen sufrir por su anomalía', frase con la cual me arriesgo a decir de lleno: no soy un sicópata. Pero creo que debo leer el resto del artículo para averiguarlo mejor.

Continúo con mi seguro NO.

La sicopatía puede manifestarse de diversas formas, pero debemos tener en cuenta que ella no es una enfermedad ni parte alguna de alguna patología, sino un estado constante, perteneciente a la personalidad del sujeto en cuestión. Entre los distintos casos tenemos por ahí el ejemplo del sicópata depresivo, que demuestra constantemente rasgos melancoloides y que lo diferencian incluso del ser ‘normal’ depresivo.

Internándonos en la semiología (si es que se me permite el significado alternativo de ‘conjunto de signos de esta especie de anormalidad’, ya que de enfermedad ni hablar) los rasgos sicopáticos se agrupan en tres grupos (permítaseme también la cacofonía): A, B y C, que abordan distintas partes de la idiosincrasia de estos sujetos (grupo al cual aún dudo pertenecer). Encontramos gracias a estos grupos incluso una presunción (tan odiada por la crítica estudiantil): se presume sicópata a quien posea rasgos pertenecientes a los subgrupos A1, A2, A3, A4 y B. Y quien posea rasgos pertenecientes al grupo C está definitivamente perdido en la sicopatía de la vida.
Copiaría la tabla que está en la otra ventana, pero se perdería todo el espíritu del transcriptor espontáneo (ese soy yo; quizá sicópata). Así que:

1. El Grupo A se refiere a la satisfacción de necesidades distintas (supongo que ‘distintas a las normales [estadísticamente hablando, claro]’), a través de:
- A1, la intolerancia a los impedimentos o trabas a la libertad;
- A2, creación de códigos propios, a pesar de que conoce las reglas sociales de conducta crea las suyas y no se siente ni limitado ni responsable ante las del grupo (esto incluye falta de remordimiento por los actos sicopáticos, intolerancia a las frustraciones, etc.);
- A3, repetición de patrones conductuales, como serían ritos, automatismos, repetición de los actos sicopáticos (lo que nos lleva a un absurdo lógico, ya que al repetir los actos sicopáticos [por ejemplo: la repetición de los actos sicopáticos] claramente estamos repitiendo una repetición, lo que según la regla del absurdo ora 1. no es una interpretación correcta del enunciado, ora 2. todo el mundo es anormal y sicópata ya que repetir la repetición es una simple abstracción mental que cualquiera puede percibir en cualquiera otro sujeto; lo que nos lleva al desmoronamiento y crisis existencial del punto 2, puesto que en este caso la sicopatía no sería un estado anormal, no lo estudiaríamos, ni elaboraríamos esta lista de rasgos, por lo cual no existiría ni repetición, ni mucho menos repetición de la repetición);
- por si no lo recuerdan analizábamos los subgrupos del grupo A: A4, necesidad de estímulos intensos: conductas riesgosas, tendencia al aburrimiento, escasos proyectos a largo plazo, drogas, satisfacción sexual perversa (lo que podría ser voyeurismo o fetichismo indistintamente).

2. El Grupo B se refiere a la cosificación de las personas, lo que no escapa a ciertas teorías extremistas de algunos juristas pervertidos o hambrientos de legislación, que como ahora sabemos: son sicópatas. Esto se manifiesta a través de:
- B1, el egocentrismo (no confundir con egolatría) y sobrevaloración de sí mismo;
- B2, falta de empatía (por lo que podríamos eliminar a ciertos videntes y síquicos de la lista de sicópatas);
- B3, manipulación, a través de mentiras, actuación, seducción (lo que se contradice con la falta de empatía; aunque no, en verdad no);
- B4, coerción (el Estado es sicópata);
- B5, parasitismo (lo que hace sicópata a virus, bacterias, hongos y algas: además de al zángano que vive a costa del sueldo de su mujer y a la mujer que no mueve un dedo porque se lo impide el dinero de su cónyuge);
- B6, relaciones utilitarias (ahora son los políticos, comerciantes y empresarios los que caen en la anormalidad);
- B7, insensibilidad, crueldad, tolerancia a situaciones de tensión.
Me parece que hasta el momento no dentro al ‘jet set’. Aunque cabe la posibilidad de que alguno de los rasgos de la próxima letra (a saber: C) me descubra, identifique y/o pervierta.

3. El Grupo C se refiere a los actos sicópatas graves:
- C1, tormenta sicopática, homicidio brutal, masacre, violaciones en serie y otros actos asociales graves;
- C2, perversiones sexuales.

Pero el señor Hugo Marietan (de quien robo todas estas patrañas) me aclara más adelante que el sicópata asume riesgos que la mayoría de la gente (la ya citada y hereje gente normal) no asumiría, esto para satisfacer necesidades distintas de las ordinarias. Aquí mi perfil sicópata parece tomar forma.
La cosificación, (que me parece) una especie de don del sicópata, es la capacidad que tiene de no comprender ni sentir empatía por quien tiene a su lado. En el momento en que el resto de los individuos asume el papel de cosa se vuelve maleable, incluso ‘asesinable’ (para los anormales más viles, digo yo).
El sicópata (para seguir con el listado de dones) tiene habilidad en la seducción. Como parte de la cosificación, a mi modo de ver, capta las necesidades del otro con facilidad, y allí donde ve la demanda es capaz de plantear su oferta, con el irrisorio fin de manipular.
Otra aptitud: este engendro actúa. Es capaz de mantener mentiras por largos periodos de tiempo para alcanzar la consecución de algún fin; es la llamada mentira sicopática.

Se plantea luego el problema del complementario del sicópata. Es decir, aquel ser (supuestamente) no-engendro que pasea, conversa, cocina, blasfema, duerme (o para ser más sinceros y no tan explícitos: se acuesta) y quizá hasta se ducha junto a él. En este momento me permito una cita de la revista argentina Alcmeón, número 27, "Tal vez el psicópata busque detrás de las máscaras, de la imagen, de la 'persona', al 'animalito' deseoso y encerrado que todos llevamos dentro y lo anime a participar en un juego ambivalente de satisfacciones y angustias". Tratamos en este punto (o en esta coma) del sicópata cotidiano, aquel anormal no asocial. Y aquel (también anormal, según mi percepción) complementario del sicópata es otra ánima que a pesar del sufrimiento o malestar que el sicópata pudiera causarle, ve que le es suplida una necesidad, siendo el dolor algo accidental y secundario. [En esta ‘coma’ pareciera que el texto se refiere nuevamente a mí; y niego de inmediato la sensación de egocentrismo: no me siento el centro del mundo].

En fin, el goce del complementario (según expertos y según complementarios) es imposible de transmitir, siendo una de las tantas sensaciones pertenecientes a nuestra irracionalidad, a esa asquerosa y repulsiva (en realidad grata y complaciente) animalidad. Para ilustrar un poco la cosa, una frase típica del complementario es ‘con él estoy mal, sin él, peor’ [esto demuestra que mis complementarios no son complementarios irracionales de sicópatas]; el goce del complementario está en el camino, en el tender o intentar o jugar a revertir situaciones, en buscar la satisfacción que chico/a sicópata nunca otorgará en plenitud por su manía de cosificar a las personas. Con él se viven los goces intensos y las angustias intensas. Es todo un hijo de puta, mirándolo así.

Una aclaración: el complementario del sicópata no será otro sicópata. Cada uno de ellos con su afán de dominar, cosificar, manipular y ser el centro del cosmos son una pareja destinada a la separación (quizá es lo que me ha pasado [claro, en el supuesto de que yo sea uno de ellos]).

Y... por si acaso alguien no entendió nada: "La personalidad psicopática se da en individuos que deben satisfacer necesidades especiales y para ello hacen un uso particular de su libertad, valiéndose de códigos propios y utilizando a las otras personas como cosas."

Y el tema más importante de este escrito (si yo soy de esta gentuza o no) quizá quede para la próxima, para unos testses sicológicos y una elucubración con hilo dental.
A vuestro servicio.

Atleví.

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