Guardando ideas
Tratábase del dios capitalino y de los innumerables dioses provincianos de provincias; del astro rey, el que el mundo debería venerar y de la no-arqueóloga que entonaba salmos para su gloria. Era aquella habitación, pequeña, cual casita del conejo que dio un nombre a Alicia, construida justo para su pequeña habitante. Eran las mañanas de matemáticas filosóficas, fervientes de verdad. Era la niña amarilla que dejó las brujerías evitando ser quemada en la hoguera, que años más tarde dijo que su pasado era un error y una soberbia, que años menos tarde me hizo escribir: 'algún día tú también me contarás por qué dejaste de creer'. Tratábase también de las clásicas serpientes y chales, que ya han motivado a mis dedos sobre el teclado para no no-pasar a la historia; de los cuadros de mamá y la bailarina dibujada por papá; de mi tío, de mi abuela; de la vida de mi padre; de un incendio sangrante; de caerse de la escalera hacia atrás. De llorar y reir, bipolarmente; de sentir con profundidad. De sueños en que papá moría, pero en que era parte de la obra, y ... no se fueran a asustar. De pesadillas en que mamá moría. De una fijación sexual con la más virgen de las vírgenes. De herejías múltiples, como del Mesías no-omnipotente de que hablaban las Sagradas Escrituras, y de la analogía de Jonás, los fin de semanas judíos, el día de reposo, y de cómo los que profesan el advenimiento se ocupan de salvar al Cristo de la demostrada ignorancia sobre Daniel y la profanación del lugar santísimo. Y que la creencia fervorosa y el primer amor y la creencia en duda y la depresión y que la búsqueda uno, y la búsqueda dos y la tres y sus encuentros respectivos; que la Andrea y la Ximena, que Patricia y Margarita, que Damaris y Anita, que Susana y Catherine, que Ionara, que Camila y Claudia, que Elena y María José. Y la señorita a quien presté el teléfono, la que no envió tarjetita de invitación. Y la soledad declarada cinco años antes. Era ese hálito de ritualidad prohibitiva y seudo liberatoria; placentera sí, evitando un éxodo masivo. Atrapé dos guantes derechos. Y el sexo de las noches solitarias, de las venganzas y de la distancia. De los días en que casi dije ¡No!, pero en que casi las cosas se arreglaron lo suficiente. De la angustia y del dolor post-depresivo; de la bipolaridad constante, o de la que sale a relucir frente a las damas de la vida. De marzo. De abril. Tratábase de las palabras en la punta de la lengua, que no salen, que se guardan para evitar otra bofetada y encontrar una caricia. De lo que le mentimos al amor, de cómo lo manipulamos para escuchar un susurro a la medianoche. Del odio. Del odio y del chocolate. De las almendras, los sapos, las culebras.
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