Decíase que tal vez la raíz de todo arte y quizá también de todo espíritu fuera el temor de la muerte. La tememos, nos horroriza la transitoriedad, vemos con tristeza cómo las flores se mustian y las hojas caen una y otra vez, y en el propio corazón sentimos la certidumbre de que también nosotros somos transitorios y de que no tardaremos en marchitarnos. Y si como artistas creamos imágenes o como pensadores buscamos leyes y formulamos pensamientos, únicamente lo hacemos para salvar algo de la gran danza de la muerte, para asentar algo que dure más que nosotros. La mujer que sirvió de modelo al maestro para su hermosa Virgen tal vez esté ya marchita o muerta, y pronto morirá él también, y otros vivirán en su casa y otros comerán a su mesa... pero su obra permanecerá, seguirá brillando en la tranquila iglesia conventual cien años después y mucho tiempo más, y conservará su hermosura, y seguirá sonriendo con la misma boca tan lozana como triste...
Narciso y Goldmundo
Hermann Hesse
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