jueves, 9 de diciembre de 2010

Contingencia

...el pésimo funcionamiento de los organismos públicos, las precarias condiciones laborales de los mineros, los ineficientes sistemas de fiscalización, el conflicto mapuche, la horrible calidad de la educación pública, el hacinamiento en las cárceles.... son problemas que, gracias a los medios de comunicación duran una o dos semanas, ... pero han estado ahí siempre, y ahí seguirán, si no hacemos nada al respecto...


"lo que queda en evidencia es que todos los sucesos mencionados indican que estamos transitando hacia una modernidad con instituciones frágiles y una percepción orientada a la popularidad, los éxitos y las estadísticas del crecimiento económico, visión sostenida de manera transversal por la  política."
Infierno en la Torre, El Mostrador

Por lo demás, la gran (y única) noticia de esta semana tiene unas causas ideológicas profundas. Como si mejorar las condiciones de las cárceles fuera un premio inmerecido a los delincuentes es que los recursos y las tareas se postergan y postergan hasta decir basta: hasta la muerte de 81 seres humanos, que fueron privados de libertad con arreglo a la ley, pero que la práctica condenó no sólo a estar encerrados, sino a vivir en condiciones insalubres, a ser maltratados diariamente, a vivir con cuatro o cinco personas en celdas unipersonales, a morir quemados... Sin embargo, mejorar las condiciones en que viven los internos no es un imperativo sólo desde un punto de vista humanitario o defensor de garantías mínimas de los seres humanos: es incluso un imperativo desde un punto de vista social (que parece ser lo único que le importa a los engendros populistas), en cuanto la sociedad se defiende creando cárceles y encerrando a los malhechores; pues bien, en ese escenario, con esa finalidad de defensa social de la pena (porque de justicia, ni hablar), la medida cúlmine de protección de la sociedad es precisamente la implantación de efectivas medidas de readaptación social, para lograr progresivamente la (idealista, pero parcialmente posible) erradicación de la delincuencia (y no de los delincuentes) que, por cierto, es una de las metas más populares y con la que más se llenan la boca nuestros queridos políticos. 

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