No tengo ganas de escribir.
Pero escribo. Escribo porque debo sacarlo de alguna forma. Sacar la angustia innombrable que surge tras la mística de dos horas y media que nace entre las miradas pendientes y un par de tragos malhabidos; que se apaga con el silencio desmistificado y las personas tormentosas que se le reaparecen a quien las negara con dos días de anticipación, en una pasión desenfrenada. Desenfrenada de iras, de sinceridad y de poemas desclasificados por si alguien quisiera dejar de llorar.
Es la vida de un martes por la tarde; la vida que se sigue en busca de la humanidad...
Etiquetas: Sinetiquetar
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