Historias en mi habitación
Era monito, sí, quien llevaba la marca de Caín; el que dejó sus pantalones sobre el librero, junto al perrito que otrora lucía collares góticos hasta que le llegó su turno al Renacimiento, acomodados al pie de la antigua torre del reloj, que hoy albergaba otras flores que la antigua cámara no logró presenciar, cual flautín boliviano. Y eleváse sus cánticos la dulce Alicia, creyendo ver aún la entrada, allá arriba, de la madriguera del conejo; mientras su melliza ocupábase de este mundo y no del externo desmaravillado. Y cortejaban a huevín, el primero que desde Chillán en bus se vino y hasta allá no se ha vuelto. A ellos junto la pequeña Marcia, que volvió de su excursión; con su gomita de borrar que llamáramos le petit pour effacer con layuda de nuestros falibles traductores, pero quéimporta. Y más flores a las faldas del reloj, el ramo de la novia de cajetilla que trató conejo, que no es conejo, de recoger. Y a su lado baby Farkas, porque estaba de moda y resultó parecido ser, aunque su gorro, su jardinera y peinado, que era el sueño de su pequeño creador, cuando era pequeño y soñaba. Y monito que miraba a su izquierda porque a la derecha no había a quien mirar, y observaba el recordatorio de lámpara mágica y brillo color. Conversaba Principito y globín, quien tras la gran catástrofe debió ser llevado a quirófano y vio su ser ser cercenado por la falta de harina y el mucho relleno y sobrevivió. Y el soldado vigilaba, y cuidaba del mundo la llave maestra que ya no abría puertas ni ventanas, ni escritos de antaño tras gruesos candados olvidados. Justo en la gran escultura que aúna de niños juegos y arte posmoderno, la que rodea el chucuchucu trencito de los vagones numerarios que observan todos o casi todos, justo allí es que se rinde tributo a Pablo, porque para qué parlar de eñes, kaes, úes si para eso no estamos. Pasaba el tren sin rieles, junto a la piedra en el camino que recogiera una niña, de cinco años, y la separara más tarde de su colección a escala de masa terrestre; la conchita marina que quizá brotara en Dichato antes del aluvión y los mares y las penurias; y la flor de loto que el papel hiciera con tanta delicadeza, junto a la estrella, que del cielo, y a la tierra. Atrás el animalito saltarín, que es castor, que sin represas, porque en dios confía para limpia energía. La hoja desprendida del árbol, que en más reuniones no quiere ir y/a estar. Finalmente, junto a la ventana del primer vagón, apenas se distinguía una pequeña flor, decía mi nombre, la hiciste tú.
Mirábalos a todos la pequeña calavera; volando allá en lo alto su cuerpo etéreo, cual comunes almohadas.
1 comentarios:
Me encantan estos post tuyos, los de este tipo. En serio.
Y te quiero.
:*
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