Los buenos escultores
Recuerdo vagamente algunas frases que alguien me dijo por ahí, o que quizá escribió al aire (aunque realmente nadie escriba cosas al aire, sino en un ejercicio liberatorio o laboral, cumpliendo plazos y quéséyo). Decía que hay quienes nos tocan realmente y logran, por equis o ye razón, palpar lo más profundo de nuestros seres, dígase alma, ánima, esencia, espíritu, profundidad, ser interior, quienes somos en realidad, tu verdadero yo, etcétera con tilde en la é. Por otro lado, hay quienes te rozan por un instante, o ni te rozan siquiera, a pesar del tiempo y los cafés y las copas. El dilema que hoy se me presenta frente a la mía mente es la aparente paradoja (redundancia inaceptable, porque ya todos saben que paradoja es...) es el lastimero encuentro, en que uno toca sin siquiera ser rozado por el otro (o en que el otro toca sin siquiera ser rozado por uno, da igual). Lástima, lástima. Es que algunos logran tocar sin siquiera acercarse, con/por el mundo que llevan a cuestas; por las frases precisas en el momento preciso, que escuchamos todos, sin alcanzar a contestar. Es más el momento que la frase. Los buenos escultores tocan la vida a menudo. Los mediocres sólo pasan apresuradamente la mano por encima de ella. Los malos la violan y la dejan por inútil. Era Bradbury también. Recordé.
1 comentarios:
Los buenos escultores son malos actores. Los buenos actores...dejan la cagá invisiblemente.
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