De la ley antidíscolos y otras huevadas parlamentarias
Y es que fue aprobada en el Congreso la Ley Antidíscolos, desconocida ley, que a nadie le suena, que no aparece en las noticias de la tarde ni en los resultados sugeridos en las búsquedas de Google. Bueno, esta ley, que pretende aumentar de dos a nueve meses el plazo para que los militantes de partidos políticos puedan desafiliarse (y así competir como candidatos independientes en la elección de que se trate) es otra de las chorezas parlamentarias, puramente interesadas, de los congresistas que regulan lo que ellos quieren: o sea, prefiriendo sus intereses particulares (PARTIDISTAS) al general, al decir de mi probo profesor de derecho administrativo.
Que estos hechos puedan fundarse en el interés general es muy cuestionable. La normativa ya se encuentra en manos del Presidente, quien debe aprobar o vetar; y a mi modo de ver lo único que hace es proteger a los partidos políticos existentes ante los políticos que piensan un poco más allá de los dogmas político partidistas (sea el que sea), que suelen terminar escapando de sus respectivas filas, porque cambiar lo existente, ¡ni hablar!
Este gran esfuerzo parlamentario nos demuestra dos cosas: En primer lugar, sí son posibles y sí hay voluntad política (la más torpe de las voluntades) para reformas en materia eleccionaria. En segundo lugar, para qué atacar las deficiencias de fondo del sistema, eso no nos conviene...
No hay que olvidar que existe una desigualdad abismante en las elecciones en que se ven enfrentados miembros de partidos políticos versus candidatos independientes; desigualdad que atenta manifiestamente contra los principios constitucionales de igualdad: el general y el especial (específico en materia eleccionaria). Sin embargo, nuestro (otro más) queridísimo Tribunal Constitucional dice que no atenta con nada.
Yo digo: ¡Viva la legalidad! Puaj.
Las manos de la protesta - Oswaldo Guayasamín |
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