domingo, 3 de septiembre de 2017

Estos días me hice consciente de mis altísimos niveles de ansiedad. Ansiedad de dormir y de trabajar, ansiedad al leer, al jugar, al masturbarme, al ver a una u otra persona, al ir a un carrete, al iniciar relaciones, como un rasgo siempre presente, inevitable, la preocupación constante sobre la preocupación pasada, presente y futura; el no saber qué hacer, adónde ir, a quién querer, cómo hacerlo, cuánto, de qué manera (sí, de nuevo), en qué condiciones, hasta cuándo, por qué. El miedo a las multitudes, a la falta de temas, de identidad, al vacío, a sentirse ajeno, a no saber decir no ni sí; a los hombres y las mujeres, a estar solo, a estar acompañado, a tener sexo y no tenerlo, a los amigos y a los no tanto, a querer ser alguien y no ser, a ser un desastre, arruinarlo todo y querer partir de nuevo cuando ya no queda nadie, cuando duele la guata, cuando quedó una cagá que no se puede arreglar.

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