martes, 12 de septiembre de 2017

No quiero que se vaya esta sensación, como de tarde contenta en la enseñanza media en que los atardeceres me hacían compañía y caminaba junto a la última luz. En que mi casa respiraba, con vida propia, exhalando una energía propia. En que la magia podía ser real y lo era, y no había sinónimos de angustias, ni de iras, sólo de reflexiones más o menos profundas que revitalizaban mi ser a diario o a la distancia. Hace tiempo que no sentía así. Hace tiempo que no disfrutaba un ratito primaveral como si fuera lo más lindo del mundo. Hace tiempo no amaba como los adolescentes que, dubitativos e inmaduros, sienten la belleza más pura. Hace tiempo no veía retirarse al pesimismo con tanta determinación. Hace tiempo no amaba al mundo, no veía lo bueno, no creía que la vida deparase cosas buenas. Han sido meses difíciles. Como esos en que oraba sin obtener respuestas. Hasta que de pronto...
No sé qué me gusta en esta nueva etapa. ¿Seré una persona nueva?¿O seré el de siempre? No puedo ser nuevo del todo. Crecimos con las experiencias que tuvimos y somos la consecuencia de ellas más un sinnúmero de x factores. Entre estos puede estar la magia, el destino, las ideas, la realización o el sentir que llama a la realización, aunque estuviera dormida por diez años. No es matemática, es humanidad. Y la humanidad conjuga espiritualidad, dones, amor. Así que soy el de siempre, pero también una persona nueva. Porque la redención existe. Porque yo existo y soy sujeto, no objeto, no personaje secundario, no...
Gracias. Te amo, mundo.

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