jueves, 24 de febrero de 2011

Tercera Parte

Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. No importa lo que hagas ―decía―, en tanto que cambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ellos tus manos . La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre.

Fahrenheit 451,
Ray Bradbury

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1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Está realmente muy linda esta cita, me hiciste dar ganas de leer ese libro.
Además, recordé una canción de María Elena Walsh que me gusta mucho.
Te dejo un retazo:
Mírenme, soy feliz
entre las hojas que cantan
cuando atraviesa el jardín
el viento en monopatín.

Cuando voy a dormir
cierro los ojos y sueño
con el olor de un país
florecido para mí.

Yo no soy un bailarín
porque me gusta quedarme
quieto en la tierra y sentir
que mis pies tienen raíz. ...

Perdón, quedó laaargo el comentario.
Mañana capaz llega un diente de león a tu patiecito :)

24 de febrero de 2011, 22:11  

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