Mientras en un mundo un ser aún inocente
escribía sobre sus propias perturbaciones, en otra esquina una lúgubre
luna se asomaba, esperando irradiar
al mundo su tenue luz. Besando al santo de pie muerto, por flechas
acribillado;
encontrando el arte en la sencillez de las viñas; suspirando himnos en
un
desconocido idioma que surgía nostálgico, en busca del deseo, de la ira.
Y del
caos.
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