miércoles, 6 de mayo de 2015

Un coin de table de Fatin-Latour


Me perturba caleta esta pintura. El decorado antiguo, la casi inexistente diferencia de luz de los cuerpos que se ordenan en diversas profundidades, los rostros impávidos aporcelanados, el tono fúnebre. Además del reciente aprender (o reaprender) el rambou afrancesado, universalmente sin cursivas, irguiéndose sobre la suposición, según la cual todos debieran conocer la pronunciación de todos los nombres. Los recuerdos fotográficos, de la misma casa en que hoy vives, del día en que se casaron tus padres y vino el pastor; el mismo que regaló el reloj que cuelga aún de la pared, o de su tornillo.
Hace tiempo intenté emigrar, pero hoy parece que esta progresión, no necesariamente evolutiva, pueda ser una especie y parte del destino, aun simbólico, cimentado en dudas y creencias. Hoy, un velorio; que da pistas de consideraciones acerca de la muerte, el rito y la necesidad emocional. El funeral como menester sanitario. La imposibilidad del adiós. Un paso.